Por.: Yoaldo Hernández Perera
La primera Constitución de la República Dominicana fue proclamada el 6 de noviembre de 1844, en la ciudad de San Cristóbal, poco después de la declaración de independencia del país, ocurrida el 27 de febrero de ese mismo año. Es por ello que cada 6 de noviembre los dominicanos conmemoramos el Día de la Constitución, celebrando este hito fundamental en la consolidación del Estado dominicano.
De la Constitución deriva la estructura fundamental del Estado, los principios esenciales que guían su funcionamiento y, sobre todo, los derechos fundamentales de las personas. Para comprender la relevancia de esta norma superior y, en general, del derecho constitucional que se centra en su estudio, podemos hacer una analogía con una casa familiar. Imaginemos que una familia vive en una casa. Dentro de la casa, todos deben seguir ciertas normas de convivencia para que no haya caos. Cada miembro tiene derechos y responsabilidades: unos deben respetar los espacios del otro, otros deben contribuir a la limpieza y el orden. Sin reglas claras, la convivencia sería imposible y, por ende, los problemas se multiplicarían.
De manera similar, una Constitución es un conjunto de reglas y principios fundamentales que organiza la convivencia de todos los ciudadanos dentro de un Estado, estableciendo no solo los derechos de las personas, sino también los límites y competencias del poder estatal. Así como en una familia, donde no basta con tener reglas sin aplicación, una Constitución necesita un sistema que garantice que esas normas sean cumplidas. Esto es precisamente lo que significa tener una norma superior: una Constitución no solo establece las reglas y los principios, sino que también debe prever mecanismos eficaces para que se respeten. Es un pacto social que, por encima de los intereses de los gobernantes de turno, garantiza los derechos fundamentales de las personas y asegura que el poder sea limitado y responsable ante la sociedad.
En el contexto dominicano, el derecho constitucional tiene una historia rica en luchas y transformaciones. La primera Constitución, la de 1844, marcó el inicio de un proyecto de nación basado en los principios liberales, como la soberanía popular y los derechos individuales. Sin embargo, esta Constitución fue rápidamente desvirtuada, en particular por el famoso artículo 210, que otorgaba al presidente Pedro Santana poderes excepcionales para disolver el Congreso y gobernar de manera autoritaria, minando así los principios liberales originales. Este artículo evidenció que, aunque la Constitución de 1844 fuera, en su origen, un documento liberal, las tensiones internas y las presiones sociales y políticas rápidamente llevaron a su manipulación para consolidar el poder presidencial.
Es importante, además, contextualizar el término “liberal” dentro del constitucionalismo dominicano. Para los dominicanos, ser liberal no siempre ha significado adherir a los valores clásicos del constitucionalismo liberal, como la limitación del poder, la separación de poderes o la protección de los derechos individuales. En el contexto de nuestra historia, ser liberal ha sido sinónimo de defender la soberanía nacional, independientemente de los matices ideológicos. Así, el liberalismo en la República Dominicana ha sido interpretado como una lucha por la independencia frente a potencias extranjeras y contra el autoritarismo interno, lo que ha llevado a una compleja relación entre liberales y conservadores a lo largo de la historia.
Pese a estos matices, lo cierto es que el constitucionalismo liberal ha prevalecido, y la lucha constante en la historia dominicana ha sido, en última instancia, por la limitación del poder del gobernante y la protección de los derechos de los ciudadanos. Esta lucha no ha sido fácil ni lineal. A lo largo de los años, la historia constitucional de la República Dominicana ha sido marcada por intentos de poner al gobernante dentro de un marco jurídico que lo responsabilice por sus actos y lo limite, tanto en el ejercicio de su poder como en su acceso a los recursos del Estado.
El constitucionalismo dominicano, como señala el académico Eduardo Jorge Prats, es el reflejo de una lucha constante por la independencia del Estado, la limitación del poder presidencial, la protección de los derechos fundamentales, la implementación del sufragio universal, la transparencia electoral, y el impulso de un sistema judicial independiente. Cada uno de estos aspectos refleja un esfuerzo por construir una democracia genuina y por hacer de la Constitución un instrumento vivo, capaz de adaptarse a los tiempos y a los desafíos de la sociedad.
Ningún constitucionalismo debe limitarse a redactar textos constitucionales, sino que debe pasar de la retórica a construir instituciones sólidas y fomentar una cultura de respeto por los derechos fundamentales. Esta construcción no se logra sin una lucha constante en la política, en los tribunales, en la prensa, en la academia y, en última instancia, en la sociedad misma. La lucha constitucional es, ante todo, una lucha contra la injusticia y el anti-garantismo. El derecho constitucional, como cualquier otra disciplina, debe entenderse desde su historicidad, pues solo conociendo el pasado es posible enfrentar los desafíos futuros con sabiduría.
Enfrentamos hoy, como sociedad, nuevos retos globales y locales, como la inteligencia artificial, los temas de bioética, el cambio climático, entre otros, que requieren una adaptación de las normas constitucionales para garantizar que los derechos fundamentales de todos sean respetados en un contexto que cambia rápidamente. Por eso, celebrar el Día de la Constitución hoy, día 6 de noviembre, no es solo una cuestión simbólica, sino una invitación a reflexionar sobre el trabajo aún pendiente para hacer de la Constitución un instrumento verdaderamente inclusivo, participativo y vivo. La historia de la República Dominicana nos enseña que la lucha por un mejor Estado y por una sociedad más justa nunca se detiene.
¡Feliz Día de la Constitución, dominicanos! Porque un día como hoy (6 de noviembre, pero de 1844) marca para nosotros el compromiso con la justicia, la libertad y la dignidad humana. Y hay que tener conciencia de ello, porque solo entendiendo nuestra historia podremos avanzar con inteligencia hacia un futuro donde las instituciones y los derechos fundamentales sean la base de nuestra convivencia.
YHP
6-11-2024