Del Derecho civil y del Derecho Inmobiliario
– Segunda parte –
Manuel Alexis Read Ortiz
Juez Presidente del Tribunal Superior de Tierras
Departamento Central
República Dominicana
Perfil
Doctor en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el año 1983. Posee un Post-Grado de Especialización “Justicia Constitucional y Derechos Humanos” en la Universidad Castilla La Mancha, España en 2007; especialidad en Derecho Judicial en la Escuela de la Judicatura en 2006 y especialidad en Ciencias Penales en la Universidad de Costa Rica en 1985.
Ingresó a la judicatura en el año 1989, presidiendo varios tribunales desde el año 1997 a la fecha.
Algunas de sus obras son: La Jurisdicción de los Referimientos: Fondo Jurisprudencial de la Cámara Civil de la Corte de Apelación de Santo Domingo – 1995-1998 (co-autor); Los medios de inadmisión en el derecho procesal civil dominicano, Las incapacidades en el Derecho Civil Dominicano, entre otros.
Resumen
Constituye un error establecer barreras infranqueables entre el derecho civil, toda vez que ambos derechos son parte del ordenamiento jurídico.
Palabras claves
- 1. Ambigüedad
- 2. Arqueología jurídica
- 3. Constitución
- 4. Contratos
- 5. Derecho civil
- 6. Derecho Común
- 7. Derecho de propiedad
- 8. Derecho inmobiliario
- 9. Doctrina Jurisprudencial
- 10. Duda
- 11. Estado
- 12. Hipotecas
- 13. Idioma Oficial
- 14. Juez del Tribunal de Tierras
- 15. Jurisdicción inmobiliaria
- 16. Leyes inmobiliarias
- 17. Normas
- 18. Operadores jurídicos
- 19. Orden ejecutiva
- 20. Ordenamiento Jurídico
- 21. Servidumbre
- 22. Sistema Torrens
- 23. Sucesión
- 24. Teoría del derecho
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros ya da por bueno el orden universal (…) (José Martí, nuestra américa, en la gran enciclopedia martiana, Tomo 9, pág. 1)
Ciertos operadores jurídicos- como pusimos de relieve en la primera parte de este ensayo ligero- pretenden establecer un muro, una pared entre el derecho civil y el derecho inmobiliario.
Tal criterio contribuye – ¡cómo no!- a una práctica paupérrima en el quehacer cotidiano en las jurisdicciones inmobiliarias.
Y es así porque sustentar una tesis semejante llora- como dirán los cristianos- ante la presencia de Dios, obviando algunas verdades que son del abecé del derecho.
En primer lugar, debemos recordar que en 1917- cuarto año de la gran guerra y año I de la Revolución Bolchevique- un jurista italiano, Santi Romano, amonedó la expresión ordenamiento jurídico.
El libro titulado El ordenamiento jurídico no solo hizo mucha bulla, sino que la expresión ordenamiento jurídico adquirió carta de ciudadanía y, entre nosotros encontró su consagración en el artículo 6 de la constitución de 2010:
Todas las personas- se lee- y los órganos que ejercen potestades públicas están- sujetos a la constitución, norma suprema y fundamento del ordenamiento jurídico del Estado.
¿Qué es el ordenamiento o sistema jurídico como prefieren denominarlo algunos autores?[i] El profesor Eduardo Jorge Prats lo define en pocas líneas:
(…) la globalidad de normas vigentes en un determinado Estado (…)
Y, lo que es importantísimo, el ordenamiento
(…) no es un conjunto de normas dispersas e inconexas, sino que se trata de un orden dotado de una unidad del ordenamiento jurídico[ii]
Cabe, pues jondiar a los aires varias preguntas,
a) ¿Qué es mayor? ¿El todo o las partes?
b) ¿Existió en el pensamiento de los redactores de las tres leyes inmobiliarias que hemos tenido sobre la base del Sistema Torrens- dicho de pasada y no de manera inocente: de origen anglosajón – la idea de levantar una línea fronteriza infranqueable entre el llamado derecho inmobiliario y el derecho Civil?
La primera de esas preguntas la contesta, la letra y el espíritu del artículo 6 de la constitución; a ese ordenamiento pertenecen todas las disciplinas del derecho – o subsistemas como dirían algunos autores de la teoría del derecho- Civil, penal, laboral, inmobiliario, etc. Por muy especializados que sean esos derechos o subsistencias, no pueden desprenderse del orden, del ordenamiento, cuya base, cuyo fundamento es la constitución.
Si se me permite usar una imagen muy telúrica, diría que el ordenamiento es como una extensa llanura de la que emanan ríos, riachuelos, arroyos y arroyuelos y hasta cañitos de agua y que irrigan fructíferamente todas las partes, todas las parcelas en que se puede subdividir esa llanura ordenada. Traduciendo toda esa verbójica de arriba: Coja usted, la vigente ley de Registro Inmobiliario, con sus ya muchos Reglamentos Complementarios y cuente las leyes, las disposiciones que conforman la arquitectura de las operaciones que diariamente se producen en la jurisdicción inmobiliaria: leyes del notariado, de las sociedades comerciales; las disposiciones tributarias y no voy a seguir para no parecer necio.
En cuanto a la segunda pregunta, hagamos un somero ejercicio de arqueología jurídica. El artículo 3, de la primera reglamentación inmobiliaria sustentada en el llamado Sistema Torrens, Orden Ejecutiva número 511-20 de 1 de julio de 1920 prescribe las condiciones que se requerían para desempeñar las funciones de juez del Tribunal de Tierras. En ese texto leemos, – y copio al pie de la letra-:
(…) estar familiarizados con los principios del derecho civil
Afortunadamente, le debemos a la Oficina Nacional de Planificación (ONAP) y a nuestro queridísimo profesor Almánzor González Canahuate la publicación de dos volúmenes titulados La jurisprudencia del Tribunal de Tierras obras de Fernando E. Ravelo de la Fuente [iii]que recoge parte de la labor jurisprudencial del Tribunal Superior de Tierras bajo el imperio de la ya mentada orden ejecutiva 511-20. Por razones de espacio omitiré dar algunas muestras de la doctrina jurisprudencial sentada- y asentada en buena doctrina civilista- por los juzgadores de los Tribunales de Tierra. Me limito a decirles con los antiguos: Tole, lege, que en cibaeño castizo significa: toma, lee.
Si bien la segunda ley inmobiliaria omitió el requisito exigido a los juzgadores inmobiliarios por el artículo 3 de la Orden Ejecutiva 511-20, casi 70 años de jurisprudencia “de tierra” – como prefierenuestro amigo y colega Juan Alfredo Biaggi Lama- apoyan lo que venimos afirmando[iv].
Finalmente, henos aquí con la vigente ley llamada De registro Inmobiliario, la número 108-05 de 23 de marzo de 2005, bajo cuyo imperio estamos, demuestra hasta la jartura (no hasta el hartazgo que es una expresión fina), que no se puede tapar el sol con un deo, y a menos que tengamos anteojeras (adminículo que se pone a los mulos para que solo miren hacia delante), hemos de convenir en que el derecho común, el derecho civil, permea la ley inmobiliaria, que como lo anuncia ella misma, es una ley marco (véase considerandos de la ley 108-05).
¿Qué enseñanzas podemos deducir, entonces- y sin mucho esfuerzo- de un análisis superficial de las leyes que, fundamentadas en el Sistema Torrens, han regido la actividad inmobiliaria en la República Dominicana desde 1920?
Observen ustedes un dato curioso, del que todavía no se han percatado muchos despistados con ínfulas de facultos: los grandes tratadistas del derecho inmobiliario[v] no se detienen en largas consideraciones sobre ciertas nociones claves que forman el núcleo duro del derecho inmobiliario, porque sencillamente las dan por sentado en el sistema de derecho Civil: derecho de propiedad, servidumbres, contratos, sucesiones, hipotecas y etcétera. Por eso, la propia ley incluyó el principio VIII, redactado (no en francés o inglés, sino en español, idioma oficial de la nación por fuero constitucional (artículo 29) y que me apresuro a copiar para enojo y rabia de los sabios:
Para suplir duda, oscuridad ambigüedad o carencia de la presente ley, se reconoce el carácter supletorio del derecho común, y la facultad legal que tienen los tribunales superiores de tierras y la Suprema Corte de Justicia a estos fines.
Como me alfabeticé- de día- en escuela rural, y estudié de noche a la lumbre mortecina de una lámpara jumiadora, corríjanme los doctores de la ley si he leído con el libro al revés, como de la guardia se decía hará muchos años.
[i] Entre otros; Luis Prieto Sanchis, apuntes de Teoría del Derecho, Quinta edición 2010, Editorial Trotta Madrid, España; págs. 123 y sigs; Renato Rabbi- Baldi Cabanillas, Teoría del Derecho, págs. 233 y sigs., Tercera edición, Buenos Aires, Argentina 2013.
[ii] Eduardo Jorge Prats, Derecho Constitucional, Vol. I, pág. 258, todas las negritas son mías, A.R. Impresión amigo del Hogar, Sto. Domingo, 2010.
[iii] Fernando E. Ravelo de la Fuente
– Jurisprudencia del Tribunal de Tierras, colección estudios jurídicos núm. 44, segunda edición 1986, publicaciones ONAP, Santo Domingo, R.D.
– Jurisprudencia del Tribunal Superior de Tierras, tomo 4, publicaciones Recopilación Jurisprudencial Recopilada integrada, editora centenaria, 1995.
[iv] Freddy Prestol Castillo, jurisprudencia de tierras en la Era de Trujillo. El litigio catastral en la Suprema Corte de Justicia desde 1930 hasta 1956, Editora del Caribe C. por A., Ciudad Trujillo, D.N. 1957
Dr. Juan Luperón Vasquéz, compendio de jurisprudencia de Tierras 1990-2000, primera edición, editora Corripio, 2001; Juan Alfredo Biaggi Lama, un siglo de jurisprudencia en materia de tierras, 1909-2009, Librería jurídica Internacional C. por A., 2010; un quinquenio de Jurisprudencia en materia de Tierras, Suplemento 2010-2014, Librería Jurídica Internacional S.R.L., 2016.
[v] Manuel Ramón Ruíz Tejada, Estudio Sobre la Propiedad Inmobiliaria, editorial del Caribe, C. por A., ciudad Trujillo, 1952; J. A. Bonilla Atiles, Legislación de Tierras Dominicana. El sistema Torrens, Segunda edición, Librería Dominicana, 1974.