LA SANGRE DE MIS PRÓCERES
Las brisas de libertad que hoy ondean nuestra bandera nacional
son las mismas que alguna vez secaron la sangre heroica derramada en suelo patrio;
sangre que embadurnó tantas balas disparadas por fusiles invasores;
fusiles sin norte legítimo, en manos vacías de razón.
Esa llama gloriosa en el pecho de mis próceres
fue la luz que aclaró el sendero de la libertad
y disipó las tinieblas de la invasión extranjera.
Podrá haber costado mucha sangre la gran epopeya independentista,
pero esa sangre, más que salir del cuerpo de héroes nacionales,
entró absorbida en tierra fértil que cosechó renovadas ideologías nacionalistas.
Los vientos patrióticos sólo baten olas hacia la orilla,
a la costa de una isla libre y soberana;
nunca hacia la profundidad del océano,
al descontrol e inundación de los rincones de la paz social.
Como luz resplandeciente de un imponente faro salpicado por las gotas del mar,
el rojo de la sangre vertida por nuestros patricios
guió las armas nacionalistas hacia la restauración de la libertad.
La convicción patriótica ha impedido, y por siempre impedirá, todo atentado a la libertad.
Podrán cambiar las personas, pero los principios persisten.
Se mantienen como hitos clavados en la conciencia nacional,
delimitando claramente la superficie protegida.
Los vientos huracanados de nefastas tiranías
que alguna vez han estremecido la nación,
no han sido capaces de impedir que cada primavera
florezcan en las escarpadas montañas de nuestra amada Quisqueya,
nuevas flores con fragancia de nacionalismo;
flores que perfuman el mismo paisaje caribeño que tantas veces
se ha erigido en campo de batalla para defender firmemente
los mejores intereses del país.
Como las gaviotas, que alzan el vuelo siempre unidas,
las voces de nuestros conciudadanos, desde la constitución
de la nación, han entonado al unísono un cántico a la dominicanidad.
Porque la soberanía radica en el pueblo;
porque la República Dominicana fue concebida por
nuestros próceres como un Estado libre e independiente;
porque los valores y la conciencia nacionalista es el más
valioso tesoro que yace en las minas de nuestro terruño,
la tierra dominicana con el discurrir de los siglos
podrá seguir utilizándose para soterrar incontables astas,
y en el tope de éstas flotarán banderas tricolores
con los signos patrios enorgulleciéndonos
y permitiéndonos compartir con toda la humanidad
nuestro sagrado lema patriótico:
¡Dios, patria y libertad ¡
Yoaldo H.P.