¡Touché!
—¿Ves? ¡Te lo dije! ¡Touché! —Le voceó, eufórico, a su interlocutora.
—No estamos practicando esgrima para anotarte puntos por tocarme con un arma. No entiendo tu euforia, exclamándome “touché”. Dime el porqué de ese estado de ánimo.
—No es tan complicado. Sencillamente, mi argumento te ha desenmascarado. Repito, ¡touché! —respondió él.
—Pues sigo sin entender —le dijo.
—Acabas de decir (y no culpes al vino ni a las estrellas que, por cierto, las estoy viendo ahora reflejadas en tus ojos) que las mariposas pasaron de surcar los cielos a volar en tu estómogo; que me llevas siempre contigo, no muy cerca, pero sí muy dentro; que, como dice Neruda, con un beso tuyo sabré todo lo que has callado; que reconoces que, tal como afirmó Voltaire, el amor es el más fuerte de las pasiones, porque ataca, al mismo tiempo, a la cabeza, al cuerpo y al corazón; que somos la flor y lo que sientes es la miel; que ese sentimiento, por no tener geografía, no conoce límites; que lo nuestro es la amistad en llamas; que es calmado, no tempestuoso; que es la poesía de tus instintos; que es un agujero en tu corazón.
¿Ves? ¡Touché! Por más que trataste de poner el sol en la noche y la luna en el día, la razón traslució: ¡me amas!
YHP
13-5-21