La esencia de las personas (ensayo corto)

La esencia de las personas, en esencia, se contrae a una misma esencia.

Es sabido que cada ser humano cuenta con sus propios rasgos, los cuales le diferencian de los  demás. Cada persona tiene su personalidad. La manera de reaccionar ante determinadas situaciones que se presentan en la vida, varía atendiendo al individuo que las experimente; eso es una realidad de perogrullo.

 Igual que el pavo real que, presuntuoso, muestra su plumaje voluntariamente, sobre todo momentos  en que procede a cortejar a la hembra de su especie, normalmente los seres humanos tienden a resaltar de manera espontánea las cualidades que entienden adornan su personalidad, cualquiera que fuere: solidaridad, sencillez, inteligencia, etc. Sin embargo, como el avestruz, que es proclive a esconder la cabeza bajo la tierra cuando algo le ruboriza, es parte de la esencia del ser humano ocultar, al tiempo de resistirse a la incontrovertible realidad de que muchos defectos que habitualmente critica respecto de otras personas, son consustanciales a él mismo.

Así como toda madre para tener tal condición, en algún momento habrá dado a luz; toda persona como tal, habrá comentado algo negativo sobre alguien en su ausencia. Con razón o sin razón; con motivo o sin él, criticar a alguien que no se encuentre al momento de la crítica se corresponde con lo que todos conocemos como chisme. Así es, todos tenemos algo de chismoso, aunque en diferente medida, pues obvio es que existen personas que no son capaces de controlar esta deficiencia de la personalidad; pero alardear de que el chisme, así como otros tantos comportamientos abyectos, no forman parte de  nuestra esencia, constituye una pedantería y, sobre todo, una falacia.

Las gotas de cualquier lluvia de mayo que mojen las flores de los más bellos jardines no pueden contarse, pero sí contemplarse. A veces esas gotas provocan estragos cuando caen en demasía generando inundaciones o cuanto se trata de una granizada. Así, las cualidades positivas y las negativas de las personas probablemente no pueden contabilizarse, ni tampoco es nuestro interés intentarlo en este escrito. Lo útil sería que aceptemos que como seres humanos tenemos muchos de los defectos que tanto aborrecemos y criticamos en otras personas. Pero al mismo tiempo, una vez conscientes de esta situación, sería de utilidad trabajar internamente para controlar tales desperfectos conductuales. Desarrollar la templanza es importante, y se consigue –sin dudas- fundamentalmente a base de una sólida formación familiar.

Desde las enseñanzas más elementales que se reciben durante la infancia, como dar las gracias cuando alguien nos regala algo o nos hace algún favor o, en el ámbito fisiológico, cuando se sienta hambre, aguardar tranquilamente hasta que sea posible comer, o resistir hasta llegar a un sanitario para realizar cualquier necesidad del cuerpo, hasta ilustraciones que persuadan para hacer siempre el bien, tener amor por el prójimo, identidad con la patria, etc., son esenciales para lograr un desarrollo en la templanza de las personas. Regularmente los individuos que, para su infortunio, no tuvieron ocasión de disfrutar de las bondades de un hogar pleno, de recibir amor y orientaciones básicas para vivir en sociedad suelen manifestar de manera más marcada defectos de la conducta como los que hemos estado comentando.

Nunca es tarde para vencer los obstáculos en cualquier ámbito de la vida, pero para ello debe existir una motivación, y en el contexto comentado es muy posible que ésta provenga de alguien originario de un hogar establecido plenamente, en beneficio de aquel que no ha tenido esa fortuna. En definitiva, estamos conscientes de que se encuentra subyacente en la historia de cada persona, un significativo componente de azar; y es que nadie elige a sus padres, aunque sí a sus amistades. En consecuencia, lo importante es que cada individuo acepte sus defectos y aquellos que cuenten con las condiciones para aportar a quienes han sido menos agraciados en términos de formación personal, deberían proceder solidariamente.

 

                                                                                                                                              Yoaldo H.P.