Desiderio Arias: un rebelde sin miedo

Por.: Yoaldo Hernández Perera

Cada nación está marcada por múltiples personajes que, con sus acciones y decisiones, moldean su historia. Entre estos individuos, algunos tienen un impacto tan profundo que su influencia resuena a lo largo del tiempo. Conocer y reconocer a estos protagonistas es más que una cuestión de curiosidad histórica, es un acto de justicia que rinde tributo al valor y al sacrificio de sus logros.

En el contexto dominicano, se destaca la figura de un valiente guerrillero que, sin miedo, desafió varias tiranías y sofocó conatos de despotismo en el país. Este valiente rebelde se levantó en oposición a presidentes que, una vez en el poder, traicionaron los ideales que proclamaron durante sus campañas electorales. Su firmeza y resistencia lo llevaron al exilio tras enfrentamientos infructuosos con el establishment. Finalmente, su valentía le costó la vida cuando fue decapitado por órdenes del tirano Trujillo, quien, al reconocer la tenacidad de este guerrillero, dispuso su eliminación inmediata. Nos referimos a Desiderio Arias[1].

Desiderio Arias, destacado militar y caudillo dominicano, nació en 1872 en la comunidad de Puerto Plata. Algunas fuentes establecen que nació en Monte Cristi, pero prevalece el dato de que su natalicio tuvo lugar en la Novia del Atlántico. Desde temprana edad, fue acogido por el hacendado Adolfo Belliard en Monte Cristi, donde pasó su niñez trabajando en la línea noroeste del país. Tras el ajusticiamiento del tirano Lilís el 26 de julio de 1899, Arias se unió a la resistencia contra los remanentes de la tiranía, emergiendo como una figura clave en la lucha guerrillera y alineándose con el partido jimenista, conocido popularmente como los “bolos”. Su valentía y habilidad en combate le permitieron colaborar en el primer gobierno de Jiménez luego de la caída del dictador.

En 1902, descontento con el respaldo que las autoridades brindaron al golpe de Estado liderado por Horacio Vásquez contra el presidente Juan Isidro Jiménez, decidió abandonar la ciudad. Ese mismo año, fue nombrado comandante de Armas y, en 1904, asumió el cargo de gobernador provincial de Monte Cristi. Participó activamente en los combates en la región noroeste junto a Demetrio Rodríguez, y el nuevo gobierno reconoció su valioso trabajo en la erradicación de los remanentes del tirano Lilís en dicha región.

Desiderio Arias poseía diversas cualidades notables. Era una figura de extraordinaria popularidad en la línea noroeste, extendiéndose su influencia desde Monte Cristi y Dajabón hasta Santiago. Su destacado prestigio y profundo arraigo en la región le permitieron emerger como uno de los guerrilleros más venerados y, a su vez, consolidarse como el líder más carismático de la zona.

Debido a su destacado liderazgo en la región, durante el gobierno de Carlos Morales Languasco (1903-1905), Desiderio Árias asumió responsabilidades de relevancia en la línea noroeste. En 1905, con la renuncia forzada de Morales Languasco y su posterior salida del país, el vicepresidente Ramón Cáceres asumió la presidencia de la República.

Arias se unió al general Demetrio Rodríguez en una rebelión contra el presidente Ramón Cáceres en la línea noroeste. Sin embargo, las fuerzas gubernamentales lograron sofocar la insurrección, resultando muerto Rodríguez. En consecuencia, Arias se vio obligado a exiliarse primero en Ponce, Puerto Rico, y posteriormente en Cuba.

El comentado guerrillero era un ferviente opositor del gobierno de Ramón Cáceres, destacándose como un radical en su resistencia. En Monte Cristi, representaba un pilar fundamental de oposición y un baluarte del jimenismo, al igual que Demetrio Rodríguez. Tras su regreso al país en 1911, Arias asumió el liderazgo político y militar en la línea noroeste, integrándose de inmediato en las intensas luchas de la época. Allí se distinguió como líder de la facción “Pata Prieta” del partido jimenista.

Desiderio Arias logró fragmentar el partido jimenista, conocido como los “bolos”, en facciones rivales: los “Patas Blancas” y otros grupos. Jiménez, consciente del poder creciente de Arias, le había concedido gran influencia, la cual Arias supo consolidar. Posteriormente, viajó a Saint Thomas, donde Horacio Vásquez se preparaba para desafiar al gobierno. Desde allí, Arias y su guerrilla cruzaron la frontera norte de Haití y arribaron a Monte Cristi. Más tarde, se opuso a los intentos del presidente José Bordas de perpetuarse en el poder. Además, desempeñó un papel crucial en la victoria de Juan Isidro Jiménez en 1914, aliándose con Federico Velásquez en la llamada “conjunción”.

Cuando Juan Isidro Jiménez regresó a la presidencia, nombró a Desiderio Arias ministro de Guerra y Marina. En su nuevo cargo, Arias intentó ejercer presión sobre el presidente para que accediera a una serie de demandas de carácter caudillista y personal, las cuales Jiménez rechazó. Previendo que no cedería a las presiones de Arias, Jiménez decidió destituirlo. Sin embargo, antes de que se consumara esta decisión, Arias se insubordinó debido al arresto de dos generales de la Guardia Republicana, leales a él dentro del partido. Arias se amotinó en la fortaleza Ozama en protesta por el arresto de estos oficiales comprometidos con su causa.

Los estadounidenses ofrecieron su ayuda para someter a Desiderio Arias, pero Jiménez rechazó la oferta, lo que se convirtió en una de las razones para la ocupación estadounidense del territorio nacional en 1916. Con la entrada de las tropas norteamericanas en el país, se emitió un ultimátum a Arias. En “El Pajarito”, hoy conocido como Villa Duarte, los estadounidenses fueron tajantes al exigirle a Desiderio que abandonara la zona. A pesar de la resistencia de sus seguidores en la línea noroeste, Arias no lideró personalmente esta lucha. En su ausencia, muchos luchadores que no eran partidarios de Arias también se unieron a la resistencia contra las fuerzas estadounidenses.

El 6 de julio de 1916, Desiderio Arias decidió entregarse al alcalde de Santiago. A partir de ese momento, se retiró de la vida política y se dedicó a la agricultura durante 14 años. En 1924, tras las elecciones ganadas por Horacio Vásquez, que marcaron el fin de la intervención norteamericana, el mencionado guerrillero sin miedo emergió nuevamente en el escenario político.

Al regresar, Desiderio Arias se alió contra sus tradicionales adversarios, los seguidores de Horacio Vásquez, conocidos como los “coludos”. Esta vez, se unió a Rafael Leónidas Trujillo, quien más tarde se convertiría en otro dictador. En 1930, Arias reapareció en la escena política como un vehemente defensor del movimiento cívico liderado por Rafael Estrella Ureña. Este movimiento contaba con el apoyo de Trujillo, quien había sido el jefe del ejército en el derrocamiento de Vásquez.

Como parte de esa acción, se destituyó a Horacio Vásquez y a su vicepresidente, José Dolores Alfonseca, designando a Rafael Estrella Ureña como presidente provisional de la República. En las elecciones de 1930, se presentaron formalmente Trujillo como candidato a la presidencia y Estrella Ureña como candidato a la vicepresidencia, resultando electo Trujillo. En ese proceso electoral, Desiderio Arias también participó, postulándose como senador por Santiago y obteniendo una victoria arrolladora. Según los historiadores, este momento marca la etapa final de su carrera política.

Poco después de ser electo senador, Desiderio Arias se rebeló contra el tirano Trujillo, quien no le permitió que repitiera la historia que había vivido con otros presidentes, como el presidente Jiménez. Arias dirigió una carta a Trujillo, manifestándole que las razones por las cuales había apoyado el movimiento cívico para derrocar el gobierno de Horacio Vásquez habían quedado insatisfechas. En su misiva, Arias expresó que Trujillo había traicionado esos ideales y no había cumplido sus expectativas, lo que le llevó a declararse en rebeldía.

A comienzos de junio de 1931, al recibir la noticia de que un considerable contingente militar se aproximaba a su residencia con la intención de eliminarlo, Desiderio Arias se trasladó a las lomas de Mao. Allí, el 20 de junio, fue asesinado por las tropas oficiales bajo el mando del teniente Ludovino Fernández. La crónica popular de la época, expresada en un merengue, señalaba que “un hombre de ese valor solo muere en emboscada”. La noticia de su muerte conmovió profundamente a la sociedad, especialmente al saberse que su cabeza fue cortada y exhibida en el parque de Santiago. Se dice que el teniente Ludovino Fernández fue el encargado de realizar personalmente esta ejecución.

Se dice que la cabeza de Desiderio Arias fue llevada a Trujillo como un trofeo de guerra. Sin embargo, para sorpresa de muchos, el dictador ordenó que se devolviera esa cabeza y se colocara sobre el cadáver correspondiente. La confusión resultante llevó a que el cuerpo de Desiderio fuera sepultado con una cabeza que no era la suya, mientras que su cabeza acabó en el ataúd de otro cuerpo en el cementerio de Monte Cristi, donde reposa su esposa.

Con la orden de ejecutar a Desiderio Arias, Trujillo no solo se pretendía deshacer de él, sino también erradicar el caudillismo tradicional que había dominado hasta entonces bajo el liderazgo de Horacio Vásquez y Juan Isidro Jiménez. En efecto, al eliminar Trujillo a Desiderio, se buscaba poner fin a una era de la política dominicana para dar paso a una nueva etapa, la de la dictadura.

A pesar de su origen humilde, Desiderio Arias logró ascender al rango de general, demostrando una notable pasión en su lucha. Su trayectoria genera una variedad de opiniones y, según el observador, puede ser recordado como una figura valiosa o de otra manera. Mientras que los estadounidenses lo catalogaron como villano, corrupto y pervertido, los testimonios contemporáneos sugieren que Arias, a pesar de haber ocupado diversos cargos públicos, no acumuló fortuna ni se vio envuelto en la corrupción estatal. Más bien, se preocupó por mantener su honor e integridad.


[1] “Con el primero que Trujillo ajustó cuentas fue con el general Alberto Larancuent, quien había alcanzado notoriedad en las tres primeras semanas de junio de 1930 cuando estuvo al frente de un levantamiento armado en La Romana en protesta por el asesinato del dirigente opositor Virgilio Martínez Reyna. El siguiente que encabeza la lista era Desiderio Arias; este había sido uno de los herederos del Partido Jimenista, conocido anteriormente como bolo y después como Partido Liberal, y había participado en la Revolución de Febrero de 1930, fruto de la cual había sido nombrado senador de Montecristi. No pasó mucho tiempo hasta que comprendió que su liderazgo se eclipsaba frente al estilo unipersonal de Trujillo (…) El 26 de abril de 1931, Arias lanzó una proclama y se alzó en armas. Ese era el pretexto que buscaba el Gobierno para eliminarlo. En la ofensiva contra Arias, el Ejército utilizó todos los recursos a su alcance, y para su ejecución fue enviado al escenario de batalla un selecto grupo de militares que más tarde descollarían por su crueldad y servilismo al dictador; entre ellos se encontraban José Restrella, Felipe Ciprián (Larguito), Mélido Marte y Ludovino Fernández. Este último fue quien le cercenó la cabeza a Arias para mostrársela a Trujillo” (INOA, Orlando. Breve historia dominicana, pp. 214-215).