Por.: Yoaldo Hernández Perera
Cuando un alma se inmola por la patria, sacrificando su ser y su hogar, su corazón late en la voz de la tierra y sus ideales, faros en la oscuridad, son testigos de un amor inmenso que no conoce fronteras. Por eso, Roberto Pastoriza Neret (1922-1961) es, sin duda, merecedor de ser grabado con tinta indeleble en los anales de nuestra historia, como un verdadero héroe nacional; su sacrificio es un canto eterno que resuena en el viento. Gracias a él y a otros valientes, la sombra del déspota se desvaneció, y de su yugo, como ave en vuelo, renació nuestra adorada Quisqueya, libre y resplandeciente, como un sol que vuelve a brillar.
Este valiente forjador de libertad emerge como una figura emblemática en la lucha por la justicia y la libertad en la República Dominicana. Nacido en París, hijo de Tomás Pastoriza y Martha Neret, su vida se teje entre la formación académica[1] y la convicción política. Graduado como ingeniero civil en 1946, sus estudios en Santo Domingo no solo le brindaron un conocimiento técnico, sino que también lo sensibilizaron ante las injusticias del régimen de Trujillo.
El impacto de la expedición de 1959 y el asesinato de las hermanas Mirabal catalizó su compromiso con la causa revolucionaria. Pastoriza no fue solo un participante; su rol fue esencial, pues se programó que su vehículo fuera la última línea de defensa en la emboscada contra el dictador. Sin embargo, el destino le deparó la prisión. Arrestado el primero de junio, junto a su esposa María Alemán, sufrió torturas inimaginables, una experiencia que revela la brutalidad del poder en su forma más cruda.
Su traslado desde la cárcel La 40 a la Hacienda María culminó en un acto de violencia que no solo le costó la vida, sino que dejó una marca indeleble en la memoria colectiva de su nación. La muerte de Pastoriza es un recordatorio trágico de la lucha por la dignidad humana y la resistencia frente a la opresión. En su sacrificio, resuena la búsqueda de un futuro donde la justicia y la libertad prevalezcan. Su legado sigue inspirando a quienes buscan la verdad y la rectitud en un mundo a menudo marcado por la injusticia.
Un primo de Pastoriza Neret, denunciando el poco reconocimiento que se ha rendido a dicho personaje, publicó hace muchos años un artículo que fue luego reproducido por Diario Libre con el visto bueno de sus familiares. En el mencionado escrito se establece: la noche del 30 de mayo de 1961, justo al regresar de una de sus cacerías semanales y tras haberse bañado y disponerse a descansar, el teléfono sonó en la casa del ingeniero Pastoriza. Era el teniente Amado García Guerrero, quien le avisaba en clave que la “muchacha” iba a salir y que saldría sola, refiriéndose al dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, cuya vida y crueldades iban a terminar en pocas horas. Roberto se vistió con ligereza, tomó dos pistolas que guardaba en su casa, incluyendo una Lugger alemana y salió a reunirse con los demás conjurados, en el apartamento de Antonio de la Maza. Había llegado la hora de realizar el deseo que lo obsesionó durante toda su vida.
Continúa expresándose en el indicado artículo: fue el autor del croquis y el plan de lugar y movimiento para interceptar el vehículo de Trujillo y eliminar al tirano, y llegó hasta a firmar dicho croquis que fue encontrado por la Policía en uno de los vehículos abandonados por los conjurados. Asimismo, fue quien introdujo el cadáver del “Jefe” en el baúl de su automóvil, conjuntamente con Antonio de la Maza. Después de realizado ese hecho trascendental, fue tranquilamente a su residencia (…) Ya con el ejército en las calles, en posesión de pistas y luego de la muerte del valeroso teniente Amado García Guerrero, tras su combate con los esbirros de Trujillo, Roberto pensó en asilarse en la embajada de Francia, pero el embajador no estaba allí y decidió esperar su destino en su hogar sin involucrar a su familia. Dos meses atrás había hecho salir del país a su hermano menor y dijo a su esposa que era preferible permanecer en su casa y no comprometer en nada a sus tíos, primos o a otras personas. Allí, en pijama, se encontraba cuando lo fueron a buscar para conducirlo a la cárcel y luego a la muerte. No dijo una palabra: sólo solicitó que le permitieran tomar un vaso de leche[2].
Sobre el asesinato, en la Hacienda María (San Cristóbal) de los héroes que mataron a Trujillo, se ha dicho: A las diez de la mañana del sábado 18 de noviembre, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejeda, Salvador Estrella Sahdalá y Luis Manuel Cáceres Michel (a) Tunti, los seis implicados en la muerte de Trujillo que guardaban prisión en la cárcel La Victoria, habían llegado al Palacio de Justicia localizado en Ciudad Nueva en un vehículo de la policía de los denominados “perrera” con la excusa de realizar un peritaje jurídico llamado “descenso” en la autopista que conecta a Ciudad Trujillo con San Cristóbal, específicamente al lugar donde había sido asesinado Trujillo (…) Ramfis y sus compañeros se dirigieron hacia la autopista que comunica de Haina a San Cristóbal donde esperaron por el vehículo que traía a los presos, procediendo a franquearlo hacia la Hacienda María. Una vez allí, los presos fueron sacados, uno a uno, por Alfonso León Estévez y llevados frente a la piscina donde Ramfis, auxiliado por Luis José y Gilberto Sánchez Rubirosa, mató a todos los presos (…) La matanza, que duró media hora, concluyó a las siete de la noche. De inmediato Ramfis, acompañado por Tuntin, Pirulo, Pechito, Alfonso y Disla, regresó al muelle del ingenio Río Haina donde les esperaba el barco que facilitaría su huida[3].
En relación al contexto del régimen déspota, al momento del ajusticiamiento del tirano, se ha dicho: el asesinato del dictador ocurrió cuando ya el régimen de desmoronaba a consecuencia de las sanciones económicas impuestas por la Organización de Estados Americanos (OEA) en el año anterior, y mientras la oposición popular crecía por los ataques que Trujillo había lanzado en los últimos meses contra la Iglesia Católica luego que ésta se negara a otorgarle el título de Benefactor de la Iglesia, que él quería añadir a los de “Generalísimo”, “Benefactor de la Patria” y “Padre de la Patria Nueva”[4].
Es hora de subsanar el descuido que ha oscurecido la figura de Roberto Pastoriza en nuestro camino hacia la libertad como pueblo. Su valentía, junto a la de otros grandes hombres, merece ser recordada y valorada en la narrativa nacional. Reconocer su sacrificio no solo honra su memoria, sino que fortalece nuestra identidad colectiva. La decisión de nombrar una avenida importante del Distrito Nacional en su honor es un paso significativo en esta dirección, recordándonos que su legado es esencial para construir un futuro en el que la justicia y la libertad prevalezcan. Es momento de reivindicar a nuestros héroes y hacerles un lugar en el corazón de nuestra historia.
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[1] Realizó sus estudios primarios en Martinica. Luego se mudó a Santo Domingo donde hizo la secundaria y culminó la carrera de ingeniería civil, egresado de la entonces Universidad de Santo Domingo en 1946. Ejerció su profesión asociado a su entrañable amigo, también héroe del ajusticiamiento del tirano, Huáscar Tejeda.
[2] En línea: Semblanza de Roberto Pastoriza Neret – Diario Libre
[3] INOA, Orlando. Breve historia dominicana, pp. 246-248.
[4] MOYA PONS, Frank. Manual de Historia Dominicana, edición 16, p. 505.