Roberto Pastoriza: el héroe olvidado que luchó por la libertad

Por.: Yoaldo Hernández Perera

Cuando un alma se inmola por la patria, sacrificando su ser y su hogar, su corazón late en la voz de la tierra y sus ideales, faros en la oscuridad, son testigos de un amor inmenso que no conoce fronteras. Por eso, Roberto Pastoriza Neret (1922-1961) es, sin duda, merecedor de ser grabado con tinta indeleble en los anales de nuestra historia, como un verdadero héroe nacional; su sacrificio es un canto eterno que resuena en el viento. Gracias a él y a otros valientes, la sombra del déspota se desvaneció, y de su yugo, como ave en vuelo, renació nuestra adorada Quisqueya, libre y resplandeciente, como un sol que vuelve a brillar.

Este valiente forjador de libertad emerge como una figura emblemática en la lucha por la justicia y la libertad en la República Dominicana. Nacido en París, hijo de Tomás Pastoriza y Martha Neret, su vida se teje entre la formación académica[1] y la convicción política. Graduado como ingeniero civil en 1946, sus estudios en Santo Domingo no solo le brindaron un conocimiento técnico, sino que también lo sensibilizaron ante las injusticias del régimen de Trujillo.

El impacto de la expedición de 1959 y el asesinato de las hermanas Mirabal catalizó su compromiso con la causa revolucionaria. Pastoriza no fue solo un participante; su rol fue esencial, pues se programó que su vehículo fuera la última línea de defensa en la emboscada contra el dictador. Sin embargo, el destino le deparó la prisión. Arrestado el primero de junio, junto a su esposa María Alemán, sufrió torturas inimaginables, una experiencia que revela la brutalidad del poder en su forma más cruda.

Su traslado desde la cárcel La 40 a la Hacienda María culminó en un acto de violencia que no solo le costó la vida, sino que dejó una marca indeleble en la memoria colectiva de su nación. La muerte de Pastoriza es un recordatorio trágico de la lucha por la dignidad humana y la resistencia frente a la opresión. En su sacrificio, resuena la búsqueda de un futuro donde la justicia y la libertad prevalezcan. Su legado sigue inspirando a quienes buscan la verdad y la rectitud en un mundo a menudo marcado por la injusticia.

Un primo de Pastoriza Neret, denunciando el poco reconocimiento que se ha rendido a dicho personaje, publicó hace muchos años un artículo que fue luego reproducido por Diario Libre con el visto bueno de sus familiares. En el mencionado escrito se establece: la noche del 30 de mayo de 1961, justo al regresar de una de sus cacerías semanales y tras haberse bañado y disponerse a descansar, el teléfono sonó en la casa del ingeniero Pastoriza. Era el teniente Amado García Guerrero, quien le avisaba en clave que la “muchacha” iba a salir y que saldría sola, refiriéndose al dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, cuya vida y crueldades iban a terminar en pocas horas. Roberto se vistió con ligereza, tomó dos pistolas que guardaba en su casa, incluyendo una Lugger alemana y salió a reunirse con los demás conjurados, en el apartamento de Antonio de la Maza. Había llegado la hora de realizar el deseo que lo obsesionó durante toda su vida.

Continúa expresándose en el indicado artículo: fue el autor del croquis y el plan de lugar y movimiento para interceptar el vehículo de Trujillo y eliminar al tirano, y llegó hasta a firmar dicho croquis que fue encontrado por la Policía en uno de los vehículos abandonados por los conjurados. Asimismo, fue quien introdujo el cadáver del “Jefe” en el baúl de su automóvil, conjuntamente con Antonio de la Maza. Después de realizado ese hecho trascendental, fue tranquilamente a su residencia (…) Ya con el ejército en las calles, en posesión de pistas y luego de la muerte del valeroso teniente Amado García Guerrero, tras su combate con los esbirros de Trujillo, Roberto pensó en asilarse en la embajada de Francia, pero el embajador no estaba allí y decidió esperar su destino en su hogar sin involucrar a su familia. Dos meses atrás había hecho salir del país a su hermano menor y dijo a su esposa que era preferible permanecer en su casa y no comprometer en nada a sus tíos, primos o a otras personas. Allí, en pijama, se encontraba cuando lo fueron a buscar para conducirlo a la cárcel y luego a la muerte. No dijo una palabra: sólo solicitó que le permitieran tomar un vaso de leche[2].

Sobre el asesinato, en la Hacienda María (San Cristóbal) de los héroes que mataron a Trujillo, se ha dicho: A las diez de la mañana del sábado 18 de noviembre, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejeda, Salvador Estrella Sahdalá y Luis Manuel Cáceres Michel (a) Tunti, los seis implicados en la muerte de Trujillo que guardaban prisión en la cárcel La Victoria, habían llegado al Palacio de Justicia localizado en Ciudad Nueva en un vehículo de la policía de los denominados “perrera” con la excusa de realizar un peritaje jurídico llamado “descenso” en la autopista que conecta a Ciudad Trujillo con San Cristóbal, específicamente al lugar donde había sido asesinado Trujillo (…) Ramfis y sus compañeros se dirigieron hacia la autopista que comunica de Haina a San Cristóbal donde esperaron por el vehículo que traía a los presos, procediendo a franquearlo hacia la Hacienda María. Una vez allí, los presos fueron sacados, uno a uno, por Alfonso León Estévez y llevados frente a la piscina donde Ramfis, auxiliado por Luis José y Gilberto Sánchez Rubirosa, mató a todos los presos (…) La matanza, que duró media hora, concluyó a las siete de la noche. De inmediato Ramfis, acompañado por Tuntin, Pirulo, Pechito, Alfonso y Disla, regresó al muelle del ingenio Río Haina donde les esperaba el barco que facilitaría su huida[3].

En relación al contexto del régimen déspota, al momento del ajusticiamiento del tirano, se ha dicho: el asesinato del dictador ocurrió cuando ya el régimen de desmoronaba a consecuencia de las sanciones económicas impuestas por la Organización de Estados Americanos (OEA) en el año anterior, y mientras la oposición popular crecía por los ataques que Trujillo había lanzado en los últimos meses contra la Iglesia Católica luego que ésta se negara a otorgarle el título de Benefactor de la Iglesia, que él quería añadir a los de “Generalísimo”, “Benefactor de la Patria” y “Padre de la Patria Nueva”[4].

Es hora de subsanar el descuido que ha oscurecido la figura de Roberto Pastoriza en nuestro camino hacia la libertad como pueblo. Su valentía, junto a la de otros grandes hombres, merece ser recordada y valorada en la narrativa nacional. Reconocer su sacrificio no solo honra su memoria, sino que fortalece nuestra identidad colectiva. La decisión de nombrar una avenida importante del Distrito Nacional en su honor es un paso significativo en esta dirección, recordándonos que su legado es esencial para construir un futuro en el que la justicia y la libertad prevalezcan. Es momento de reivindicar a nuestros héroes y hacerles un lugar en el corazón de nuestra historia.

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[1] Realizó sus estudios primarios en Martinica. Luego se mudó a Santo Domingo donde hizo la secundaria y culminó la carrera de ingeniería civil, egresado de la entonces Universidad de Santo Domingo en 1946. Ejerció su profesión asociado a su entrañable amigo, también héroe del ajusticiamiento del tirano, Huáscar Tejeda.

[2] En línea: Semblanza de Roberto Pastoriza Neret – Diario Libre

[3] INOA, Orlando. Breve historia dominicana, pp. 246-248.

[4] MOYA PONS, Frank. Manual de Historia Dominicana, edición 16, p. 505.

Entre la esperanza y el despojo: el golpe de Estado de 1963 en la República Dominicana

Por: Yoaldo Hernández Perera

Un golpe de Estado es a la institucionalidad lo que una herida es a la salud, porque ambas perturban el orden establecido y generan consecuencias adversas. Cuando no se respeta un período para el cual fue electo un presidente y, sin legitimidad institucional, se acude a un mecanismo como el golpe de Estado, la sociedad pierde confianza en sus instituciones, lo que puede llevar a la inestabilidad, la polarización y un debilitamiento del Estado de derecho. En pocas palabras, un golpe de Estado socava la democracia y altera el tejido social, creando un ambiente de desconfianza y conflicto que puede perdurar durante generaciones.

En efecto, el golpe de Estado en 1963 que derrocó al presidente Juan Bosch en nuestro país fue el resultado de varios factores políticos y sociales. Bosch, quien había sido elegido democráticamente en 1962, implementó reformas sociales y económicas que generaron tensiones con sectores conservadores y militares del país. Su inclinación hacia políticas más progresistas y su intención de redistribuir la riqueza alarmaron a la élite económica y a los militares, que temían un cambio radical.

Además, la Guerra Fría[1] influyó en el contexto, ya que Estados Unidos y otros países de la región estaban preocupados por la posibilidad de que la República Dominicana se alineara con el comunismo. La combinación de estas tensiones internas y externas culminó en un golpe de Estado en septiembre de 1963, liderado por sectores militares y civiles que derrocaron a Bosch, estableciendo un gobierno provisional que restableció el control conservador en el país. Este evento marcó un periodo de inestabilidad política que continuaría en los años siguientes.

MOYA PONS, sobre el referido asalto a la voluntad popular, ha externado que Bosch tomó posesión el 27 se febrero de 1963. Sus ideas generales sobre el ejercicio de gobierno eran populistas y reformistas. Las había aprendido en Cuba y Costa Rica, y resultaron muy avanzadas para muchos en la República Dominicana. Por esta razón, muchos terratenientes, comerciantes, industriales, militares y sacerdotes lo tildaban de comunista o izquierdista (…) A pesar de la retórica anticomunista de los grupos de extrema derecha, aun aquellos que no confiaban en Bosch, le dieron inicialmente el beneficio de la duda (…) El consejo de Estado había respondido favorablemente a los intereses de los comerciantes e industriales, pero el nuevo gobierno de Bosch no era tan manejable.

Continúa sosteniendo el mencionado historiador que día a día, crecía la oposición a Bosch. Su incomprensión parcial de la realidad dominicana tras 25 años en el exilio hizo que entrara en conflicto con casi todos los grupos sociales, incluyendo su propio partido. En pocos meses, Bosch se encontró completamente aislado y la mayoría de sus seguidores terminó abandonándolo. Este hecho se hizo evidente el 20 de septiembre de 1963, cuando grupos empresariales llamaron a una huelga general que paralizó el país por dos días. Esta huelga fue para los militares la señal de que el tiempo era propicio para el golpe de Estado que habían estado planificando con importantes comerciantes, industriales, terratenientes, dirigentes políticos de los partidos minoritarios y miembros de la iglesia católica[2].

Exactamente cinco días después, el 25 de septiembre de 1963, Juan Bosch fue derrocado y sustituido por un Triunvirato integrado por destacados empresarios y abogados. Este nuevo gabinete se caracterizó por la presencia de políticos de inclinación derechista y figuras estrechamente vinculadas a la comunidad empresarial dominicana. Como se puede ver, en concreto, a Bosch lo derrocó una coalición de sectores conservadores y empresarios que, temerosos de sus reformas progresistas, decidieron tomar las riendas del poder para preservar sus intereses y garantizar el estatus quo.

Durante el mes de diciembre, un contingente guerrillero, encabezado por los líderes del Movimiento Revolucionario 14 de junio, se insurgió en las montañas en una audaz tentativa de resistencia contra el Triunvirato. Pero las fuerzas del ejército rodearon rápidamente a los insurgentes, sometiéndolos a la obediencia. Una vez apresados, la mayoría de ellos fue ejecutada, y solo unos pocos lograron escapar a la muerte. Al enterarse de esta devastadora situación, Emilio de los Santos, a la sazón presidente del Triunvirato, optó por renunciar de inmediato, declarando que no podía ser partícipe, aunque sea por omisión, del asesinato de un grupo de jóvenes idealistas. Su renuncia abrió la puerta a Donald Reid Cabral, un importador de vehículos estrechamente vinculado a la Unión Cívica Nacional, que había jugado un papel activo en la conspiración contra Bosch y asumió el liderazgo en un contexto de creciente represión.

Finalmente, en 1965, el Triunvirato cayó, un régimen que había logrado mantenerse en el poder gracias al considerable respaldo de los Estados Unidos, así como de la Iglesia y altos mandos militares. Ese mismo año estalló la guerra civil, seguida de una intervención norteamericana, que condujo a la formación de dos gobiernos militares, a la par, en el país, uno llamado “Gobierno Constitucionalista” y otro denominado “Gobierno de Reconstrucción Nacional”, allanando el camino para el gobierno provisional de Héctor García Godoy[3]. En 1966, se llevaron a cabo elecciones para elegir un gobierno definitivo y legítimo, resultando victorioso el Partido Reformista, en un contexto de represión hacia el PRD durante la campaña electoral, mientras Juan Bosch se encontraba en el exilio. Todo esto dio paso al reconocido período de “los doce años de Balaguer”, que se extendió desde 1966 hasta 1978.

Episodios de nuestra historia como el golpe de Estado a Juan Bosch son importantes de conocer y recordar cada fecha conmemorativa, porque nos permiten reflexionar sobre el valor de la democracia, los riesgos de la tiranía y la necesidad de defender nuestras instituciones para evitar que se repitan los errores del pasado. No olvidemos que la memoria es el faro que ilumina el camino de la justicia, y solo al recordar podemos construir un futuro donde la libertad florezca sin temor. O, como diría un poeta (o alguien con alma de tal): “en el eco del pasado resuena la verdad; recordar es tejer con hilos de resistencia el tapiz de nuestra libertad.


[1] La Guerra Fría fue un conflicto por la supremacía del mundo y la imposición del modelo político, económico,ideológico y cultural que cada país defendía: el comunismo (URSS) y el capitalismo (EE. UU.). Comenzó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y culminó en diciembre de 1991 con la disolución política de la Unión Soviética. Tuvo etapas de hostilidad y etapas de distensión y fue la época en la que surgió por primera vez el miedo a una guerra nuclear, que en caso de haber ocurrido habría tenido efectos devastadores. Se caracterizó por las disputas diplomáticas, la carrera armamentística y espacial, la constante amenaza mutua y el intento por influir sobre otros países. Esto incluyó la intervención en guerras subsidiarias, es decir, conflictos bélicos en terceros países en los que cada potencia apoyaba a una de las facciones enfrentadas. Fuente: https://concepto.de/guerra-fria/#ixzz8mrM08NMK

[2] MOYA PONS, Frank. Manual de historia dominicana, edición 16, pp. 509-511.

[3] “Entre mayo y septiembre de 1965 hubo dos gobiernos militares en la República Dominicana: uno, llamado “gobierno constitucionalista”, presidido por el líder militar de la revuelta, el coronel Francisco Alberto Caamaño; y el otro, llamado “gobierno de reconstrucción nacional”, presidido por uno de los matadores de Trujillo, el general Antonio Imbert Barrera, un enemigo declarado de Bosch y de los comunistas, a quien los Estados Unidos escogieron e instalaron como presidente para manipular la política local” (Op. Cit. MOYA PONS, Frank, pp. 514-515).

Santiago Rodríguez: el eco vivo del Grito de Capotillo

Por.: Yoaldo Hernández Perera

En un amanecer de fervor y coraje, el eco del Grito de Capotillo[1] retumbó, como un trueno en el pecho de los valientes, llamando a las armas, despertando al pueblo. Era agosto de mil ochocientos sesenta y tres (1863), un canto de libertad surgía entre sombras, tras la penumbra de la anexión, nacía la esperanza, como el sol en el horizonte.

Además de Gregorio Luperón, con su mirada de fuego, y Benito Monción, forjando el destino, Santiago Rodríguez, firme y decidido, fue protagonista de aquella gesta restauradora, bajo la bandera de un sueño compartido. Hombres de acero, de corazón indómito, dispuestos a luchar, a darlo todo por la tierra, su sangre, su honor, en cada paso, en cada grito de libertad, en cada batalla.

Así comenzó la saga de la Restauración, un pueblo levantándose, unida su voz, bajo el manto de la patria, un nuevo amanecer, donde el sacrificio y el amor florecen eternos. Y, hay que decirlo, con el apoyo -contra el gobierno español- de Haití[2]. Es un deber de honor y reverencia, evocar ahora, igual que hemos hecho en otros escritos sobre los demás héroes restauradores, la estela de Santiago Rodríguez, héroe de bravas gestas y nobleza, cuyo nombre repica en el viento del tiempo.

Digno es recordar su ardiente entrega, su pasión por la patria, su inquebrantable fe, pues en cada latido de su valentía, se forjó un legado que nunca se olvida. Valorar su mérito, cual joya brillante, es rendir homenaje a su espíritu indomable, que con cada paso dejó huellas de gloria, en la senda del pueblo que anhelaba libertad. Así, en la memoria colectiva, brillará siempre su luz, su ejemplo, pues Santiago Rodríguez, en su grandeza, es un faro eterno en la historia de nuestro pueblo.

Santiago Rodríguez Masagó, fue un militar y caudillo dominicano cuyo nombre está grabado con tinta indeleble en la historia de la República Dominicana. Nacido alrededor de 1809 en la región de Fort Liberté, en el área que más tarde se conocería como Dajabón, su vida se vio marcada por un ferviente deseo de libertad y justicia. Su oposición a la anexión de la República Dominicana a España lo llevó a convertirse en una figura central en la lucha por la independencia, destacándose como el principal organizador del icónico Grito de Capotillo, evento que, vale repetir, encendió la llama de la Guerra de la Restauración en 1863.

Durante la época de la anexión, Rodríguez se desempeñó como alcalde constitucional de Sabaneta, un rol que le permitió conectar con su comunidad y comprender las aspiraciones de su pueblo. Sin embargo, en febrero de 1862, se alzó como uno de los próceres que iniciaron las rebeliones antiaxionistas en su tierra natal, dedicándose con determinación a organizar un movimiento insurreccional que abarcaría el norte del país. A pesar de sus esfuerzos heroicos, su revolución fue reprimida el 21 de febrero de 1863 por las tropas españolas bajo el mando del general José Hungría, un revés que no apagó su espíritu indomable.

Aunque se conocen pocos detalles sobre su origen, varios historiadores coinciden en que Santiago fue hijo de Vicente Rodríguez y Josefina Masagó, ambos prósperos comerciantes de Santiago, con ascendencia haitiana. Esta herencia multicultural influyó en su visión del país y en su compromiso con la justicia social.

Después de la restauración de la independencia en 1865, Rodríguez ocupó diversos cargos militares, aunque también desestimó algunos. Como muchos de sus contemporáneos, se alineó con los ideales de Buenaventura Báez. En octubre de 1867, se unió a la rebelión liderada por el general Manuel Altagracia Cáceres (Memé) en los campos de la Línea Noroeste, enfrentándose al gobierno del general José María Cabral, quien buscaba reinstalar a Báez en el poder por cuarta vez. Este conflicto lo llevó a luchar contra antiguos compañeros de la causa restauradora, una realidad que reflejaba las complejidades políticas de la época.

Santiago Rodríguez falleció el 24 de mayo de 1879 en Agua Clara, Sabaneta, dejando un legado imborrable en la historia dominicana. Su vida, marcada por la lucha y el sacrificio, sigue siendo un símbolo de la búsqueda inquebrantable de la libertad y la justicia para su patria.

En honor a este valiente héroe nacional, la provincia Santiago Rodríguez lleva su nombre, un susurro en el noroeste, en la mágica subregión del Cibao, la cuna de la Restauración. San Ignacio de Sabaneta, su corazón palpitante, es su ciudad cabecera. Constituida en mil novecientos cuarenta y ocho (1948), antes, en Monte Cristi se hallaba, pero su esencia clamaba por ser provincia, hasta que finalmente fue elevada a tal categoría.

Una localidad que cuenta con gran riqueza de cuencas, la más abundante de las noroestanas, donde fluyen los ríos Mao, Artibonito y Guayubín, hilos de vida que serpentean el suelo, nutriendo la tierra y el alma. En sus ejes montañosos se despliega la flora, bajo la mirada protectora de la Cordillera Central y la Sierra de Zamba al norte, un abrazo de verdes que danzan al viento, celebrando la historia que en sus aguas se funde.

Santiago Rodríguez, héroe de nuestra historia, representa la esencia del patriotismo, un vínculo profundo con la identidad colectiva. Su vida y legado no solo han forjado una ciudad que lleva su nombre, sino que también han sembrado en nosotros un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia nuestra patria. En esta entrega, rendimos homenaje a su memoria y a la de otros ilustres personajes que han contribuido a la construcción de una República Dominicana libre, soberana e independiente, recordándonos que la historia se teje con los hilos de valentía y dedicación, invitándonos a reflexionar sobre el valor del sacrificio en la búsqueda del bien común. ¡Loor a quienes lo merecen!


[1] “(…) el 16 de agosto de 1863 un grupo de catorce dominicanos, encabezados por Santiago Rodríguez, cruzó la frontera y en el cerro de Capotillo enarboló la bandera dominicana en señal de que la guerra por la independencia y la restauración de la República Dominicana comenzaba (…) El empuje de la revolución obligó a los españoles a batirse en retirada, mientras, uno tras otro, los pueblos del Cibao proclamaban su adhesión al movimiento restaurador. La Vega, Moca, Puerto Plata, San Francisco de Macorís y Cotuí se pronunciaron por la Restauración a finales de agosto y prepararon sus hombres para el combate y para ayudar a las tropas de la Línea Noroeste en el ataque de Santiago que se hacía inminente a partir del día 1 de septiembre cuando los revolucionarios ocuparon parte de esta ciudad” (MOYA PONS, Frank. Manual de historia dominicana, edición 16, p. 338).

[2] “El presidente Geffrard se vio obligado a retirar el apoyo a los dominicanos, pero esto solo fue hasta los inicios del año 1863, cuando respaldó al grupo de rebeldes que, al mando de Santiago Rodríguez (José Cabrera, Benito Monción y otros treces combatientes estaban entre ellos), operó desde Haití, en la zona fronteriza cercana a Cabo Haitiano; estos insurrectos cruzaron la frontera y en el poblado de Capotillo izaron la bandera dominicana (confeccionada previamente en Haití), iniciándose con este gesto incruento lo que al paso de los días devino en llamarse la guerra de Restauración. Desde ese momento, Haití fue un aliado incondicional en la lucha de los dominicanos contra el Gobierno español” (INOA, Orlando. Breve historia dominicana, p. 131).  

Desiderio Arias: un rebelde sin miedo

Por.: Yoaldo Hernández Perera

Cada nación está marcada por múltiples personajes que, con sus acciones y decisiones, moldean su historia. Entre estos individuos, algunos tienen un impacto tan profundo que su influencia resuena a lo largo del tiempo. Conocer y reconocer a estos protagonistas es más que una cuestión de curiosidad histórica, es un acto de justicia que rinde tributo al valor y al sacrificio de sus logros.

En el contexto dominicano, se destaca la figura de un valiente guerrillero que, sin miedo, desafió varias tiranías y sofocó conatos de despotismo en el país. Este valiente rebelde se levantó en oposición a presidentes que, una vez en el poder, traicionaron los ideales que proclamaron durante sus campañas electorales. Su firmeza y resistencia lo llevaron al exilio tras enfrentamientos infructuosos con el establishment. Finalmente, su valentía le costó la vida cuando fue decapitado por órdenes del tirano Trujillo, quien, al reconocer la tenacidad de este guerrillero, dispuso su eliminación inmediata. Nos referimos a Desiderio Arias[1].

Desiderio Arias, destacado militar y caudillo dominicano, nació en 1872 en la comunidad de Puerto Plata. Algunas fuentes establecen que nació en Monte Cristi, pero prevalece el dato de que su natalicio tuvo lugar en la Novia del Atlántico. Desde temprana edad, fue acogido por el hacendado Adolfo Belliard en Monte Cristi, donde pasó su niñez trabajando en la línea noroeste del país. Tras el ajusticiamiento del tirano Lilís el 26 de julio de 1899, Arias se unió a la resistencia contra los remanentes de la tiranía, emergiendo como una figura clave en la lucha guerrillera y alineándose con el partido jimenista, conocido popularmente como los “bolos”. Su valentía y habilidad en combate le permitieron colaborar en el primer gobierno de Jiménez luego de la caída del dictador.

En 1902, descontento con el respaldo que las autoridades brindaron al golpe de Estado liderado por Horacio Vásquez contra el presidente Juan Isidro Jiménez, decidió abandonar la ciudad. Ese mismo año, fue nombrado comandante de Armas y, en 1904, asumió el cargo de gobernador provincial de Monte Cristi. Participó activamente en los combates en la región noroeste junto a Demetrio Rodríguez, y el nuevo gobierno reconoció su valioso trabajo en la erradicación de los remanentes del tirano Lilís en dicha región.

Desiderio Arias poseía diversas cualidades notables. Era una figura de extraordinaria popularidad en la línea noroeste, extendiéndose su influencia desde Monte Cristi y Dajabón hasta Santiago. Su destacado prestigio y profundo arraigo en la región le permitieron emerger como uno de los guerrilleros más venerados y, a su vez, consolidarse como el líder más carismático de la zona.

Debido a su destacado liderazgo en la región, durante el gobierno de Carlos Morales Languasco (1903-1905), Desiderio Árias asumió responsabilidades de relevancia en la línea noroeste. En 1905, con la renuncia forzada de Morales Languasco y su posterior salida del país, el vicepresidente Ramón Cáceres asumió la presidencia de la República.

Arias se unió al general Demetrio Rodríguez en una rebelión contra el presidente Ramón Cáceres en la línea noroeste. Sin embargo, las fuerzas gubernamentales lograron sofocar la insurrección, resultando muerto Rodríguez. En consecuencia, Arias se vio obligado a exiliarse primero en Ponce, Puerto Rico, y posteriormente en Cuba.

El comentado guerrillero era un ferviente opositor del gobierno de Ramón Cáceres, destacándose como un radical en su resistencia. En Monte Cristi, representaba un pilar fundamental de oposición y un baluarte del jimenismo, al igual que Demetrio Rodríguez. Tras su regreso al país en 1911, Arias asumió el liderazgo político y militar en la línea noroeste, integrándose de inmediato en las intensas luchas de la época. Allí se distinguió como líder de la facción “Pata Prieta” del partido jimenista.

Desiderio Arias logró fragmentar el partido jimenista, conocido como los “bolos”, en facciones rivales: los “Patas Blancas” y otros grupos. Jiménez, consciente del poder creciente de Arias, le había concedido gran influencia, la cual Arias supo consolidar. Posteriormente, viajó a Saint Thomas, donde Horacio Vásquez se preparaba para desafiar al gobierno. Desde allí, Arias y su guerrilla cruzaron la frontera norte de Haití y arribaron a Monte Cristi. Más tarde, se opuso a los intentos del presidente José Bordas de perpetuarse en el poder. Además, desempeñó un papel crucial en la victoria de Juan Isidro Jiménez en 1914, aliándose con Federico Velásquez en la llamada “conjunción”.

Cuando Juan Isidro Jiménez regresó a la presidencia, nombró a Desiderio Arias ministro de Guerra y Marina. En su nuevo cargo, Arias intentó ejercer presión sobre el presidente para que accediera a una serie de demandas de carácter caudillista y personal, las cuales Jiménez rechazó. Previendo que no cedería a las presiones de Arias, Jiménez decidió destituirlo. Sin embargo, antes de que se consumara esta decisión, Arias se insubordinó debido al arresto de dos generales de la Guardia Republicana, leales a él dentro del partido. Arias se amotinó en la fortaleza Ozama en protesta por el arresto de estos oficiales comprometidos con su causa.

Los estadounidenses ofrecieron su ayuda para someter a Desiderio Arias, pero Jiménez rechazó la oferta, lo que se convirtió en una de las razones para la ocupación estadounidense del territorio nacional en 1916. Con la entrada de las tropas norteamericanas en el país, se emitió un ultimátum a Arias. En “El Pajarito”, hoy conocido como Villa Duarte, los estadounidenses fueron tajantes al exigirle a Desiderio que abandonara la zona. A pesar de la resistencia de sus seguidores en la línea noroeste, Arias no lideró personalmente esta lucha. En su ausencia, muchos luchadores que no eran partidarios de Arias también se unieron a la resistencia contra las fuerzas estadounidenses.

El 6 de julio de 1916, Desiderio Arias decidió entregarse al alcalde de Santiago. A partir de ese momento, se retiró de la vida política y se dedicó a la agricultura durante 14 años. En 1924, tras las elecciones ganadas por Horacio Vásquez, que marcaron el fin de la intervención norteamericana, el mencionado guerrillero sin miedo emergió nuevamente en el escenario político.

Al regresar, Desiderio Arias se alió contra sus tradicionales adversarios, los seguidores de Horacio Vásquez, conocidos como los “coludos”. Esta vez, se unió a Rafael Leónidas Trujillo, quien más tarde se convertiría en otro dictador. En 1930, Arias reapareció en la escena política como un vehemente defensor del movimiento cívico liderado por Rafael Estrella Ureña. Este movimiento contaba con el apoyo de Trujillo, quien había sido el jefe del ejército en el derrocamiento de Vásquez.

Como parte de esa acción, se destituyó a Horacio Vásquez y a su vicepresidente, José Dolores Alfonseca, designando a Rafael Estrella Ureña como presidente provisional de la República. En las elecciones de 1930, se presentaron formalmente Trujillo como candidato a la presidencia y Estrella Ureña como candidato a la vicepresidencia, resultando electo Trujillo. En ese proceso electoral, Desiderio Arias también participó, postulándose como senador por Santiago y obteniendo una victoria arrolladora. Según los historiadores, este momento marca la etapa final de su carrera política.

Poco después de ser electo senador, Desiderio Arias se rebeló contra el tirano Trujillo, quien no le permitió que repitiera la historia que había vivido con otros presidentes, como el presidente Jiménez. Arias dirigió una carta a Trujillo, manifestándole que las razones por las cuales había apoyado el movimiento cívico para derrocar el gobierno de Horacio Vásquez habían quedado insatisfechas. En su misiva, Arias expresó que Trujillo había traicionado esos ideales y no había cumplido sus expectativas, lo que le llevó a declararse en rebeldía.

A comienzos de junio de 1931, al recibir la noticia de que un considerable contingente militar se aproximaba a su residencia con la intención de eliminarlo, Desiderio Arias se trasladó a las lomas de Mao. Allí, el 20 de junio, fue asesinado por las tropas oficiales bajo el mando del teniente Ludovino Fernández. La crónica popular de la época, expresada en un merengue, señalaba que “un hombre de ese valor solo muere en emboscada”. La noticia de su muerte conmovió profundamente a la sociedad, especialmente al saberse que su cabeza fue cortada y exhibida en el parque de Santiago. Se dice que el teniente Ludovino Fernández fue el encargado de realizar personalmente esta ejecución.

Se dice que la cabeza de Desiderio Arias fue llevada a Trujillo como un trofeo de guerra. Sin embargo, para sorpresa de muchos, el dictador ordenó que se devolviera esa cabeza y se colocara sobre el cadáver correspondiente. La confusión resultante llevó a que el cuerpo de Desiderio fuera sepultado con una cabeza que no era la suya, mientras que su cabeza acabó en el ataúd de otro cuerpo en el cementerio de Monte Cristi, donde reposa su esposa.

Con la orden de ejecutar a Desiderio Arias, Trujillo no solo se pretendía deshacer de él, sino también erradicar el caudillismo tradicional que había dominado hasta entonces bajo el liderazgo de Horacio Vásquez y Juan Isidro Jiménez. En efecto, al eliminar Trujillo a Desiderio, se buscaba poner fin a una era de la política dominicana para dar paso a una nueva etapa, la de la dictadura.

A pesar de su origen humilde, Desiderio Arias logró ascender al rango de general, demostrando una notable pasión en su lucha. Su trayectoria genera una variedad de opiniones y, según el observador, puede ser recordado como una figura valiosa o de otra manera. Mientras que los estadounidenses lo catalogaron como villano, corrupto y pervertido, los testimonios contemporáneos sugieren que Arias, a pesar de haber ocupado diversos cargos públicos, no acumuló fortuna ni se vio envuelto en la corrupción estatal. Más bien, se preocupó por mantener su honor e integridad.


[1] “Con el primero que Trujillo ajustó cuentas fue con el general Alberto Larancuent, quien había alcanzado notoriedad en las tres primeras semanas de junio de 1930 cuando estuvo al frente de un levantamiento armado en La Romana en protesta por el asesinato del dirigente opositor Virgilio Martínez Reyna. El siguiente que encabeza la lista era Desiderio Arias; este había sido uno de los herederos del Partido Jimenista, conocido anteriormente como bolo y después como Partido Liberal, y había participado en la Revolución de Febrero de 1930, fruto de la cual había sido nombrado senador de Montecristi. No pasó mucho tiempo hasta que comprendió que su liderazgo se eclipsaba frente al estilo unipersonal de Trujillo (…) El 26 de abril de 1931, Arias lanzó una proclama y se alzó en armas. Ese era el pretexto que buscaba el Gobierno para eliminarlo. En la ofensiva contra Arias, el Ejército utilizó todos los recursos a su alcance, y para su ejecución fue enviado al escenario de batalla un selecto grupo de militares que más tarde descollarían por su crueldad y servilismo al dictador; entre ellos se encontraban José Restrella, Felipe Ciprián (Larguito), Mélido Marte y Ludovino Fernández. Este último fue quien le cercenó la cabeza a Arias para mostrársela a Trujillo” (INOA, Orlando. Breve historia dominicana, pp. 214-215).

Aproximación a los problemas y dilemas éticos en el marco del nuevo Código de Comportamiento Ético del Poder Judicial

Meditaciones éticas, capítulo 35 (Pódcast)

Escuela Nacional de la Judicatura (ENJ)

 Por.: Yoaldo Hernández Perera

Los problemas y dilemas son a la ética lo que las sombras son a la luz, porque solo a través del contraste y la confrontación emergen con mayor claridad los contornos de lo correcto y lo incorrecto. Son tan importantes que, como las pruebas para la ciencia, permiten evaluar, cuestionar y fortalecer los principios subyacentes mediante su aplicación práctica y análisis crítico. 

Los problemas éticos se pudieran presentar con mayor frecuencia que los dilemas éticos. Un problema de naturaleza ética se resuelve, básicamente, ponderando si procede hacer determinada cosa o no: sí o no. Teniendo en cuenta para ello el perfil del “buen mejor juez” y la responsabilidad que cada magistrado tiene para mantener la buena imagen del Poder Judicial con sus acciones, tanto en su vida privada como profesional. 

El dilema ético, de su lado, no se resuelve cerradamente como el problema ético con un “sí o no”. Aquí es menester “ponderar”: pesar principios. Imaginemos que un principio conduce a algo, pero otro principio, que también forma parte del sistema, lleva otro sesgo. Tenemos en el dilema ético dos principios contradictorios, ¿qué hacer? ¿cómo resolver esa tensión principiológica? Tenemos que decidir, sí o sí, y ambos caminos (basado cada uno en un principio diferente) generan al juez tristeza moral, porque sabe que el sendero jurídico que finalmente siga sería reprochado por otro principio igualmente perteneciente al ordenamiento. 

Por ejemplo, un caso que probablemente hayan visto todos, o muchos, magistrados en el ejercicio de la función judicial, en el que una persona que tiene razón en el juicio no logra materializarla por el deficiente servicio del abogado que le ha representado. Con tristeza moral, pero en derecho, se debe decidir con arreglo a las reglas y principios jurídicos aplicables, a partir de la prueba acreditada durante los debates. Esa situación, en rigor, es un dilema ético, no un problema ético. Es un dilema cerrado del tipo ético-jurisdiccional. Se experimenta en condición de juez, en el marco de la justicia, pero resolviendo una situación ajena, de personas distintas. En otro contexto, el juez puede enfrentar problemas propios, no ajenos. Ahí ya no sería un dilema ético-jurisdiccional, sino un dilema ético-judicial. 

El dilema ético-judicial recae, propiamente, en la persona del juez. Verbigracia, la situación en que los padres, por asuntos religiosos, se oponen a que le realicen transfusión de sangre a su hijo convaleciente en el centro de salud. En ese complejo contexto jurídico-moral se debe decidir, judicialmente, si autorizar la transfusión o no. Eso es un verdadero dilema ético-judicial. Es algo que aflora en los adentros del juez mismo, su axiología a prueba. Una decisión que, distinto al caso de un tercero que no consigue que se le adjudique la razón, porque un abogado no lo representó bien, se incurre en aspectos de convicción personal: ¿autorizo que se transfunda el hijo, violando las creencias de sus padres? 

Los dilemas éticos-judiciales abarcan situaciones del comportamiento público, pero también privado de los jueces. Ellos, en el contexto de los dilemas éticos, tienen un código que pudiera sugerirle algo en un principio, pero también les pudiera invitar a hacer otra cosa en otro principio. ¿Por qué apelar a un principio y no a otro? Existen métodos que deben ser tomados en cuenta por los jueces para resolver estos dilemas éticos, a la luz de las particularidades de cada caso concreto, tales como valorar lo correcto frente a lo incorrecto, a partir de la axiología (principios y valores de la sociedad) y el ordenamiento jurídico, etc. Pero, de entrada, hay que decir que se debe “ponderar”, deliberar, concluyendo dónde se gana más o se gana menos, en términos de afectación del sistema. La protección del sistema de justicia debe ser el fin. Siempre ha de optarse por lo que mejor cuide nuestro Poder Judicial, de cara a su excelencia y en el marco de la justicia. 

Afortunadamente, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia aprobó, en su sesión núm. 19-2021 del 07 de octubre de 2021, la actualización del Código de Comportamiento Ético del Poder Judicial, con el fin de orientar las conductas hacia los principios institucionales. Esto se enmarca en el Eje 3 del Plan Estratégico Institucional, buscando promover la integridad y confianza en el sistema judicial. Destacados expertos, como Armando Andruet, subrayan la importancia de esa actualización para fortalecer la excelencia y la confianza pública en el Poder Judicial. En definitiva, la actualización constante de los códigos de ética es crucial, ya que refleja el compromiso de la justicia con la evolución moral y adaptabilidad a los desafíos contemporáneos, reforzando así la integridad y confianza en el sistema judicial. 

De militar a presidente: el legado complejo y ambivalente de Ramón Cáceres en la historia dominicana

 

Por.: Yoaldo Hernández Perera

El destino, con su inherente imprevisibilidad, y las circunstancias, con su naturaleza caprichosa, actúan como dictadores implacables que imponen sus designios en momentos históricos específicos. En este contexto, la dictadura de las circunstancias, en el marco del destino, condujo a Ramón Cáceres a realizar una transición significativa de militar a presidente de la República Dominicana.

Ramón Cáceres intervino en la historia dominicana en un período crucial y tumultuoso que abarca finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su influencia y participación en eventos clave se enmarcan en una época de grandes cambios y desafíos para la República Dominicana. La consulta de textos históricos, en soporte de papel y en soporte digital, permite -en apretada síntesis- poner en contexto la participación de este personaje.

Contexto Histórico:

  1. Periodo de inestabilidad (finales del siglo XIX): la República Dominicana experimentó una inestabilidad política y social a finales del siglo XIX, caracterizada por constantes cambios de gobierno, enfrentamientos políticos y crisis económicas. La economía estaba en una situación precaria, y la política estaba marcada por la corrupción y la falta de cohesión.
  2. Revolución liberal de 1899: En 1899, Ramón Cáceres se destacó en la Revolución Liberal liderada por el general Carlos Felipe Morales. Esta revolución buscaba reformas y la modernización del país. Aunque inicialmente Cáceres fue un aliado de Morales, luego se distanció y consolidó su propia base de poder.
  3. Presidencia y gobierno (1905-1911): Cáceres asumió la presidencia en 1905 tras una serie de eventos políticos, incluyendo su participación en la eliminación de la influencia de otros líderes políticos y militares que habían gobernado anteriormente[1]. Durante su presidencia, Cáceres enfrentó numerosos desafíos, desde problemas económicos hasta la presión internacional.
  4. Reformas y modernización: Su gobierno se enfocó en reformas económicas y la modernización de la infraestructura. Intentó estabilizar el país mediante la implementación de políticas que incluyeron la mejora de las comunicaciones y la administración pública.
  5. Relaciones internacionales y presión extranjera: Durante su mandato, la República Dominicana estuvo bajo la presión de países extranjeros, especialmente Estados Unidos, que buscaban influir en los asuntos dominicanos debido a su ubicación estratégica en el Caribe.
  6. Asesinato y caída (1911): La administración de Cáceres terminó abruptamente con su asesinato en 1911, un evento que reflejó las tensiones políticas y el descontento dentro del país. Su muerte marcó el fin de una era de gobierno autoritario y llevó a una serie de cambios políticos en la República Dominicana.

Eventos Clave en los que participó:

  • Revolución Liberal (1899): Inicialmente, Cáceres fue un actor importante en el movimiento revolucionario, que buscaba reformas en el país.
  • Presidencia (1905-1911): Durante su mandato, Cáceres implementó políticas de modernización, enfrentó conflictos internos y externos y trató de estabilizar el país.
  • Crisis políticas y cocioeconómicas: Su gobierno estuvo marcado por tensiones políticas y socioeconómicas, así como por el desafío de manejar la influencia extranjera.

En definitiva, Ramón Cáceres jugó un papel significativo en un período de gran cambio para la República Dominicana. Su intervención en eventos clave y su presidencia reflejan la complejidad de la política dominicana de la época y las difíciles circunstancias que enfrentó el país.

Como ocurre con toda figura histórica, Ramón Cáceres presenta tanto luces como sombras. Algunos se han atrevido a afirmar que sus logros y aportes eclipsan los aspectos más oscuros de su figura, subrayando de manera preeminente las luces sobre las sombras que puedan caracterizar su legado. Sin embargo, la consulta a la historia conduce a pensar que el legado de Ramón Cáceres es complejo y ambivalente. Mientras que sus intentos de modernización y estabilidad política son reconocidos, su estilo autoritario y las prácticas corruptas bajo su administración también son aspectos negativos que han influido en cómo es recordado. Veamos:

Aspectos Positivos:

  1. Modernización e Infraestructura: Durante su presidencia, Cáceres implementó una serie de reformas que buscaron modernizar la economía y mejorar la infraestructura del país. Estas iniciativas incluyeron la construcción de obras públicas y la promoción de la inversión.
  2. Estabilidad Política: En un período de inestabilidad política, Cáceres logró mantener cierto grado de orden y estabilidad en la República Dominicana. Esto permitió una mayor continuidad en las políticas y una relativa paz interna.
  3. Reformas Administrativas: Implementó algunas reformas en la administración pública que buscaban mejorar la eficiencia del gobierno y combatir la corrupción.

Aspectos Negativos:

  1. Autoritarismo: Cáceres gobernó de manera autoritaria, consolidando el poder en sus manos y limitando las libertades políticas. Su estilo de gobierno y sus métodos de control social a menudo se describen como dictatorial.
  2. Conflictos y represión: Su administración estuvo marcada por la represión de opositores y la manipulación de la política para mantener su influencia. Esto generó conflictos y descontento entre diferentes sectores de la sociedad.
  3. Corrupción y clientelismo: A pesar de sus esfuerzos por reformar la administración, su gobierno también fue criticado por prácticas de corrupción y clientelismo, que continuaron afectando la política dominicana.

A medida que el tiempo avanza, se convierte en el juez más imparcial y objetivo de las figuras históricas, permitiendo una evaluación más clara y equilibrada de sus legados. En el caso de Ramón Cáceres, la perspectiva histórica ofrece una visión más completa de su impacto en la República Dominicana. Al revisar documentos históricos y analizar sus acciones con una mente abierta, podemos evaluar de manera más justa su contribución al país.

Es crucial que, al recordar a los actores principales de nuestra historia, mantengamos una aproximación objetiva y equilibrada. Esto implica reconocer tanto los logros como las deficiencias de cada figura histórica, y otorgarles la reputación que merecen en función de sus actos y su influencia en el contexto de su tiempo. Solo a través de un análisis riguroso y desapasionado podemos preservar la memoria de estos personajes de manera justa, asegurando que su legado sea recordado con la complejidad y precisión que les corresponde.


[1] Ver MOYA PONS, Frank, Manual de Historia Dominicana, edición 16, p. 430 y sgts. e INOA, Orlando. Breve historia dominicana, p. 175 y sgts.